Comentario
Capítulo segundo
De cómo los mercaderes començaron a ser tenidos por señores, y honrados como tales
Los que fueron principales y regían a los mercaderes en el tiempo de los cónsules arriba dichos fue un Cuauhpoyaoaltzin, el segundo Nentlamatitzin, el tercero Uetzcatocatzin, el cuarto Çanatzin, el quinto Ueioçomatzin. En este tiempo era señor en Tenochtitlan, Auitzotzin. En este tiempo los mercaderes entraron a tratar en las provincias de Ayotlan y Anáoac. Los naturales de aquellas provincias los detuvieron allí como captivos cuatro años en el pueblo que se llama Cuauhtenanco, en el cual estuvieron cercados de los de Tecuantépec y los de Izoatlan y los de Xochitlan y los de Amastlatécatl y los de Cuauhtzontla y los de Atlan y los de Omitlan y los de Mapachtécatl. Todos estos pueblos dichos eran grandes pueblos. Otros muchos de otros pequeños pueblos eran contra ellos; los tenían cercados y peleavan contra ellos. Los mercaderes se defendían en el pueblo de Cuauhtenanco, que era fuerte; captivaron los mismos mercaderes a muchos de los naturales, gente principal, y otros muchos de los no principales, los cuales no se contaron. Los principales que se captivaron traían sus divisas como principales. Unos traían por divisa quetzalpatzactli, otros xiuhtotoéoatl, otros tzinitzcanéoatl, otros xiuhchimalli, otros teucuitlayacapapálotl; otros traían por divisa teucuitlanacaztepuztli, por orejeras, con pinjantes que les llegaron hasta los hombros; y traían por vanderas quetzalpánitl, çacuanpánitl, y también braçaletes que se llaman machóncotl. Estos se contaron que fueron presos de los mercaderes; algunos captivaron a veinte, otros a quinze. Después que los mercaderes, peleando por espacio de cuatro años, conquistaron la provincia de Anaoácatl, y como todos los de aquella provincia se les rendieron, luego los mercaderes tlatilulcanos que los conquistaron se juntaron y se hablaron. Tomó la mano el más principal de ellos y dixo: "¡Oh, mercaderes mexicanos! Ya nuestro señor Uitzilopuchtli, dios de la guerra, ha hecho su oficio en favorecernos, en que havemos conquistado esta provincia. Ya podemos seguramente irnos a nuestra tierra. Conviene que ninguno se ensubervezca, ni se tenga por valiente por los captivos que hemos captivado, que lo que hemos hecho no es más de haver boscado tierra para nuestro señor dios Uitzilopuchtli. La paga de nuestro trabajo, porque possimus a peligro nuestro cuerpo y nuestras cabeças, y la paga de nuestras vigilias y ayunos, cuando lleguemos a nuestra tierra ha de ser los barbotes de ámbar y las orejeras que se llaman quetzalcoyolnacochtli, y nuestros báculos negros que se llaman xaoactopilli, y los aventaderos y ojeaderos de moscas que se llaman coxolecaceoaztli, y las mantas que hemos de traer que se llaman colotlalpilli, y los mastles que se llaman también colotlalpilli. Sélo esto serán nuestra paga y la señal de nuestra valentía, y ninguno otro de los mexicanos y mercaderes usarán de estas presseas, los cuales no se hallaron con nosotros en los trabajos de la conquista."
Y como estos mercaderes estuvieron cuatro años en la conquista de estas tierras y en todos ellos nunca se cortaron los cabellos, cuando llegaron a su tierra traían los cabellos hasta la cinta y mis baxo. Cuando el señor de México, que se llamava Auitzotzin, oyó la fama de cómo venían estos mercaderes que havían ido a Ayotlan y havían hecho esta hazaña, luego mandó que les fuessen a recebir muy solemnemente. Fueron a recebirlos muchos de los sátrapas y otros ministros de los templos; fueron también muchos de los principales de México que se llaman tetecutin y otros nobles que se llaman achcacauhti. Los sátrapas llevavan encienso y otros perfumes que se usan para incensar; también llevavan caracoles que usan tocar en los templos; llevavan también talegas llenas de estos perfumes. Y los principales y nobles llevavan sus jaquetas vestidas, las cuales usavan para hazer sacrificios en los templos. Iban por el camino como en processión; dos rencles: una de los sacerdotes y otra de los señores. Fuéronse a juntar con ellos en el pueblo de Acachinanco; y como se juntaron con ellos, començaron a quemar encienso y otros perfumes, haziéndoles gran reverencia como antiguamente se usavan. Y como huvieron hecho todas las cerimonias que antiguamente usavan en su recibimiento, vinieron ordenados por todo el camino delante de ellos, y toda la gente comarcana del camino los salían a mirar por gran maravilla. Y como huvieron llegado a México, ninguno se fue a su casa, sino fuéronse derecho a la casa del señor Auitzotzin. Y como entraron en el patio de los palacios, començaron a quemar muchos perfumes en los fugones que para esto estavan hechos, para honra de los dioses, donde el señor Auitzotzin los recibió con grande honra. Y los habló de esta manera: "Amados míos, mercaderes y tratantes, seáis muy bien venidos. Reposad y descansad." Y así los llevaron luego a la sala de los más iminentes varones y generosos, donde por su orden estavan sentados, según el merecimiento de las hazañas. Y como se huvo sentado el. señor Auitzotzin, luego los mercaderes posieron a sus pies todas las divisas que usavan sus captivos en la guerra, que unas se llamavan quetzalpatzactli, otras quetzalpánitl, otras çacuanpánitl, otras xiuhtotoéuatl, otras tzinitzcanéuatl, otras machóncotl, otras xiuhchimalli, otras teucuitlayacapapálotl, otras teucuitlanacaztepoztli.
Haviendo hecho esto, començó uno de ellos a hablar al señor, diziendo asi: "Señor nuestro, vive muchos años. Aquí en tu presencia hemos puestos el precio porque tus tíos, los pochtecas, que estamos, pusimos nuestras cabeças y vidas a riesgo y trabajamos de noche y de día, que aunque nos llamamos mercaderes y lo parecemos, somos capitanes y soldados que disimuladamente andarnos a conquistar. Y hemos trabajado y padescido mucho por alcançar estas cosas que no eran nuestras, sino que por guerra y con muchos trabajos las alcaçamos." Oído esto, el señor respondióles, diziendo: "Tíos míos, muchas cosas havéis padescido, muchos trabajos havéis passado como valientes hombres. Fue la voluntad de nuestro señor Uitzilopuchtli, dios de la guerra, que salistes bien con lo que emprendistes, y havéis venido sanos y vivos como agora os veo, y paréceme, por lo que havéis traído, que son las divisas de los enemigos que conquistastes, por quien posistes a riesgo vuestras vidas y vuestras cabeças. Yo os hago merced de todo ello para que solos vosotros lo uséis, porque lo merecistes." Hecho esto, luego el señor les mandó dar muchas preseas en señal de agradescimiento de su buena obra. Dioles muchas mantas; unas se llamavan amanepanyuhqui tempapaloyo, otras que se llamavan tetecomayo, otras tetemalcayo, otras que se llamavan nochpallaxochyo, de a ocho piernas. También les dio mastles; unos se llaman nochpalmáxtlatl, de cabos largos. Dio también a cada uno una carga de mantas de tochpanecáyotl, y a cada uno dio una fanega de maíz y una fanega de frixoles, y cierta medicina de chían.
Estuvieron los pochtecas en la conquista del pueblo de Ayotlan, donde estuvieron cercados cuatro años. Al cuarto año vencieron y desbarataron toda la gente fuerte y valiente de los enemigos, los cuales traían divisas particulares, los nombres de las cuales se pusieron arriba.
Cuando estavan en esta conquista, oyó el señor de México, Auitzotzin, cómo estavan cercados los mercaderes mexicanos y en guerra contra los naturales. Embió luego en su socorro a Motecuçoma, que aún no era señor sino capitán, el cual se llamava tlacochcálcatl, con mucha gente. Y yendo por el camino con su gente encontró con quien le dixo que ya el pueblo de Ayotlan era vencido; ya le havían tomado los puchtecas. Y también, oyendo los puchtecas cómo iba en su socorro, saliéronle al camino y dixéronle: "Señor tlacochcálcatl, vengáis en hora buena. No es menester que vais más adelante, que ya la tierra está pacífica y no tenemos necesidad de socorro, porque nuestro señor Uitzilopuchtli la tiene en su poder. Ya los mexicanos mercaderes han hecho su hecho." Oído esto, tlacochcálcatl se bolvió con ellos. Después de esta conquista ha estado el camino seguro y libre para entrar a la provincia de Anáoac, sin que nadie impida, ni los tzaputecas, ni los anaoacas.
Y los quetzales o plumas ricas desde entonce se usan por acá. Y primeramente los truxeron los mercaderes de Tlatilulco, y los usaron, y también el señor de México, Auitzotzin. Los dichos mercaderes del Tlatilulco se llaman también capitanes y soldados disimulados en hábito de mercaderes, que discurren por diversas partes, que cercan y dan guerra a las provincias y pueblos. Quísolos señalar el señor Auitzotzin con beçotes de oro, que también truxeron de la conquista, que ellos solos usasen y no otros, como mensajeros del rey. Y las otras preseas que les dio, que arriba se dixeron, solos ellos las usassen en las grandes fiestas, como era en la fiesta de tlacaxipeoaliztli y otras semejantes, en las cuales se juntavan en México todas las provincias comarcanas. Entonces sacavan aquellas divisas, que era una o dos vezes en el año, cuando ya estavan juntas todas las personas principales de todos los pueblos comarcanos.
En aquellas fiestas acuchillavan los captivos sobre la muela o piedra redonda, como se dixo en el Segundo Libro. Esto era teatro o espectáculo, que venían todos a ver los captivos que se matavan. Algunos de aquellos captivos que acuchillavan deteníanse en la pelea, defendiéndose, y davan qué ver a los que miravan, porque monstravan su fortaleza. Otros, de poco ánimo, dexávanse luego matar. Otros de los captivos traíanlos sus dueños consigo; en el areito llevávanlos por los cabellos. Los más principales, compuestos con las divisas arriba dichas, estavan mirando desde las sombras o casas donde estava aposentados. Estos mercaderes que eran ya como cavalleros y tenían divisas particulares por sus hazañas, si se hazía alguna fiesta entre año, no se componían con aquellas divisas sino con mantas de maguey bien texidas. Pero la gente noble, que se llaman pipilti, en todas las fiestas del año se aderezavan con sus mantas ricas y con todos sus plumajes, pero cuando no era fiesta, sino que alguno en particular hazía fiesta en su casa, los nobles no se aderezavan con mantas ricas y plumajes sino con mantas de ichtli bien texidas. Y aunque se ponían estas mantas, pero atávanlas de manera que se pareciessen las mantas que debaxo llevavan, en demonstración de su nobleza por fantasía. Cuando quiera que el señor de México quería embiar a los mercaderes, que eran capitanes y soldados disimulados, a alguna provincia para que la esplorasen o atalayasen, llamávalos a su casa y hablávales cerca delo que quería que se hiziesse, y dávales mil y seiscientos tuldillos, que ellos llaman cuachtli, para rescatar. Y como los tomavan, llevávanlos al Tlatilulco, y allí se juntavan, assí los mercaderes de México como los del Tlatilulco. Y se hablavan cerca del negocio que el rey les havía encomendado; hablávanse con toda curiosidad y cortesía.
Después de haverse comunicado, dividían entre sí los toldillos igualmente. Los del Tlatilulco tomavan ochocientos; davan a los tenochcas otros ochocientos. Con aquellos toldillos compravan mantas ricas, assí para hombres como para mugeres, como está en la letra. Como havían empleado los toldillos que el señor les havía dado en las ropas dichas, compravan ellos muchas otras alhajas y atavíos para su propio trato y rescate, ansí atavíos de hombres como de mugeres, ansí para principales como para comunes, como se cuenta en la letra.